Trump levanta la “moral”… a los terroristas

Arnaldo Musa.─ Tras el destructivo y nada sorpresivo, sino calculado bombardeo misilístico norteamericano a larga distancia contra una base aérea siria en Homs y, casi al unísono, ataque del muy castigado Estado Islámico (EI) a la población civil de esa provincia siria, las huestes que se oponen a la Humanidad, remedando a los bien llamado cuatro Jinetes del Apocalipsis, emergieron con más ímpetu, y han llevado a la muerte a pobladores indefensos de todas las latitudes.

Así, el EI o Daesh y sus hermanastros se han hecho sentir nuevamente y con mucha más fuerza en Iraq, Rusia, Suecia y Egipto, donde masacraron a cristianos coptos y llevaron al gobierno de esa nación a cuestionarse con el dejar hacer del actual mandatario norteamericano, so pena de recibir regaños por un Estados Unidos que le suministra anualmente miles de millones de dólares. Lo paradójico de todo esto es que Trump utiliza a lo que se pudiera denominar de musulmanes extremistas  -con un accionar que no es nada aceptado por el Islam- para exterminar a musulmanes, a quienes les prohíbe la entrada a Estados Unidos, porque son sospechosos de “terrorismo”.

Cierto que no nos hemos querido apresurar en la calificación a Trump, luego de tantas falsas promesas del anterior presidente, Barack Obama, quien no quiso o no las pudo cumplir, y fue llevando a EE.UU. a guerra tras guerra, mientras que en Suecia le regalaban un premio nobel de la paz, así, en minúsculas.

El peligro de todo esto, y el ataque a la base aérea lo confirma, es que el quehacer del actual mandatario  coincide con una diatriba fascista, que, de cumplirse, pudiera llevar al mundo a una Tercera Guerra Mundial, si no se le impide a tiempo.

Ahora la amenaza es mas real contra la República Popular Democrática de Corea, que sí posee ojivas atómicas, por lo cual uno se pregunta si las otras potencias atómicas pueden hacer algo por impedirlo, porque lo único que queda es una clase obrera políticamente consciente ante la oligarquía capitalista, que es la que llama o no a la guerra, según sus intereses.

No es algo que coja de sorpresa si recordamos el discurso de investidura de Trump, en el que combinó intimidaciones nacionalistas contra otros países y órdenes también de intimidación para insuflar el patriotismo y la conformidad dentro de EE.UU.

Se dice que una cosa se habla y otras se hace, pero, realmente, con este  presidente no es realmente así, y hay que tenerlo muy en cuenta cuando aseguró que una de sus metas es desintegrar a la Unión Europea,  que tanto ha seguido al pie de la letra las órdenes y los caprichos norteamericanos, aún en detrimento de sus propios intereses, como las absurdas e injustificadas sanciones a Rusia.

Trump, luego de haber tenido un contracto con  su homólogo ruso, Vladimir Putin, y haberse entrevistado con el presidente chino, Xi Jinping, dio la orden de atacar cobardemente a Siria, y luego felicitó a los artilleros norteamericanos que nunca estuvieron en peligro, lo cual, sin dudas, es una burla a Moscú y Beijing.

Juega con que otras naciones  no quieren la guerra, por lo cual, sin la fuerza suficiente para imponer las reglas comerciales en el mundo, está recurriendo a una escalada militar en Asia para reafirmar su poder, independientemente de que pueda desencadenar una guerra contra China.

La política de Trump en la región de Asia-Pacífico, bajo la consigna de “paz a través de la fuerza”, es realmente una estrategia de guerra.

Mientras prosigue la misma política belicista de Estados Unidos contra Venezuela, de rechazo a los gobiernos populares y aceptación a los entes de derecha en Latinoamérica, dentro del territorio norteamericano se han levantado protestas de gran magnitud contra su política interna, en la que aún faltan prometidos pasos para devolver el empleo a millones de trabajadores industriales desempleados, muchos de los cuales ya no tienen vivienda y menos seguro médico.

En este contexto, hay que destacar la oposición expresada por los estudiantes y la gente joven en las protestas a lo largo de Estados Unidos, lo cual contrasta con la deplorable postración del Partido Demócrata ante Trump.

Si hay algo bueno  en todo lo anterior es que el ascenso al poder del gobierno más derechista en la historia estadounidense está radicalizando a una generación entera de jóvenes que comienzan su vida política.

Ello quizás pudiera influir en desviar una política que se dirige a una devastadora confrontación militar, y que ahora, con agresiones criminales a pueblos más pequeños, trata de levantar la “moral”…  a los terroristas.

CubaSí.cu

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