Trump sobre Afganistán: el ejército al mando

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Joseph Kishore.─ El anuncio de Trump de su nueva política en Afganistán, transmitido a nivel nacional el lunes por la noche, fue una declaración de violencia militar irrestricta contra un país que ha sufrido dieciséis años de continua agresión estadounidense.

Desde que el Gobierno de Bush invadió Afganistán en octubre del 2001, se han muerto al menos 175 000 personas según cálculos conservadores, mientras que millones han sido desplazados. Bajo los mandatos de Bush, Obama y, ahora, Trump, el ejército estadounidense ha realizado innumerables atrocidades y crímenes de guerra, incluyendo la masacre de 800 prisioneros talibanes en Mazar-i-Sharif en noviembre del 2001, la matanza de 48 personas en una boda en Kakarak en el 2002, el asesinato de 42 trabajadores médicos y pacientes en un centro médico de Doctores Sin Fronteras en Kunduz en el 2015 y el uso de la mayor bomba no nuclear en el arsenal estadounidense en la provincia de Nangarhar este abril.

El grado de violencia será intensificado dramáticamente con el cheque en blanco que ha prometido de tropas y recursos que le ha prometido Trump al comando militar. El presidente estadounidense declaró que le entregará al ejército “todos los instrumentos y las normas de combate que necesiten” para superar cualquier resistencia. Aquellas restricciones operativas “que previnieron que el secretario de Defensa y los comandantes en el terreno libraran sus batallas contra el enemigo de forma completa y veloz” serán anuladas.

En otras palabras, las masacres ya infligidas sobre el pueblo afgano no serán nada en comparación con lo que está por venir.

Sin embargo, el discurso de Trump fue más allá de Afganistán, siendo efectivamente una declaración de guerra contra el mundo. Trump amenazó a Pakistán y se alineó abiertamente con India ante el recrudecimiento de conflictos entre dichos países y entre India y China. Trump también puso de manifiesta la cada vez más profunda brecha entre EE. UU. y sus supuestos aliados en Europa cuando les demandó a los países miembros de la OTAN más tropas y recursos para expandir la guerra en Afganistán.

Su discurso tuvo lugar mientras su administración debate un bombardeo preventivo contra Corea del Norte. Como una temerosa advertencia acerca de lo que se está planeando, Trump proclamó que, bajo su Gobierno, “muchos miles de millones de dólares más serán gastados en nuestro ejército y esto incluye gastos vastos para nuestro arsenal nuclear y defensa de misiles”.

Detrás de sus diatribas, el discurso estuvo dominado por desmoralización y temor. La clase gobernante ve enemigos actuales y potenciales por doquier. El alto grado de delirio se vio reflejado en la noción que el imperialismo estadounidense puede resolver sus cada vez más profundas crisis económicas, sociales y geopolíticas lanzando más bombas y asesinando a más personas.

Esta misma ilusión, a lo largo de 25 años de guerras interminables desde la disolución de la Unión Soviética, ha condenado a la burguesía estadounidense a una debacle tras otra, sea en Oriente Medio, el Norte de África y alrededor del mundo. Afganistán es un ejemplo, donde sucesivos Gobiernos estadounidenses han fracasado en afianzar su control por medio de la violencia. El imperialismo estadounidense se está enfocando cada vez más en competidores de mayor calado como Rusia, China e incluso Alemania.

Además, la clase gobernante es consciente de que su mayor enemigo es interno, en forma de la clase obrera estadounidense.

La parte más significativa del discurso de Trump fue su reivindicación de lo que constituye una dictadura presidencial-militar. El presidente insistió como un principio que el pueblo estadounidense no será informado de nada sobre los planes, como cuántas tropas serán enviadas o cuánto tiempo se quedarán. Todas las decisiones serán tomadas por el ejército, sin siquiera la pretensión de una aprobación o supervisión por parte del Congreso. El discurso de Trump no iba dirigido al pueblo estadounidense, sino a una audiencia de soldados en uniforme y sujetos a disciplina militar.

Los pasajes más impactantes los hizo al principio. Comenzó con una oda a las fuerzas armadas como la fuerza indispensable para poder controlar una nación dividida. El ejército es un instrumento de “cohesión absolutamente perfecta”, declaró. “Los y las jóvenes que enviamos a luchar nuestras guerras en el extranjero se merecen un regreso a un país que no esté en guerra consigo mismo, en casa”.

El contexto inmediato de sus declaraciones fueron los eventos en Charlottesville. Cuando dijo que el ejército “trasciende toda raza, etnicidad, creencia y color”, Trump estaba adoptando en gran parte los comentarios de los más altos comandantes del ejército a los disturbios fascistas en Charlottesville. La cúpula militar se vio obligada a distanciarse, preocupada de los inconvenientes genere el respaldo abierto de Trump a neonazis en seguir presentando las guerras de agresión que libran en nombre de la élite corporativa estadounidense como guerras de “democracia” y “libertad”.

Las declaraciones de Trump entrañan implicaciones siniestras. Retratan al ejército como un pegamento para un país fracturado, una fuerza de estructura, disciplina —y represión—. Ante conflictos sociales y políticos que se amontonan en EE. UU., su discurso es una declaración del papel central del ejército tanto en las guerras en el exterior como en mantener el orden dentro del país.

Desde que inició el mandato de Trump, el ejército ha tomado las riendas de gran parte del aparato estatal, a través del exgeneral James Mattis como secretario de Defensa, el general activo H. R. McMaster como asesor de seguridad nacional y el exgeneral John Kelly, primero como secretario de Seguridad Nacional y luego como jefe de personal de la Casa Blanca.

Sin embargo, el Gobierno de Trump no es la causa, sino el síntoma de un malestar más profundo. Las interminables guerras y las cuatro décadas de contrarrevolución social han socavado los cimientos de las formas democráticas de gobierno en EE. UU. Los generales están actuando como hacedores de reyes. Tienen lazos más estrechos que nunca con la aristocracia financiera y reciben alabanzas universalmente de la prensa y la élite política. Cuando está aterrada del amplio descontento social, la burguesía recurre a sus cuerpos armados —el ejército y la policía— con el respaldo de las agencias de inteligencia.

Lejos de oponerse a la influencia del ejército, los críticos demócratas de Trump se han orientado a Kelly, Mattis y McMaster para intentar estabilizar la administración de Trump y obligarla a continuar e intensificar la política de Obama de confrontación con Rusia. Jeh Johnson, el secretario de Seguridad Nacional bajo Obama, expresó esto cuando fue preguntado el fin de semana si Mattis y Kelly deberían renunciar. “Definitivamente no… Necesitamos a personas como John Kelly, Jim Mattis, H. R. McMaster para corregir el rumbo del barco”.

El resultado de la guerra política en Washington, culminando con el despido del estratega en jefe de tendencia fascista, Stephen Bannon, la semana pasada, ha sido consolidar el dominio directo del ejército y Wall Street sobre la Casa Blanca. El discurso del lunes fue un reconocimiento de este giro político por parte de Trump.

En su conflicto con el mandatario, los demócratas y sus aliados políticas han trabajado día y noche para enterrar, bajo distracciones centradas en la presentación de EE. UU. como un país enfrascado en divisiones raciales irreconciliables, las cuestiones más críticas: la desigualdad social, la pobreza, la guerra y el aumento sin precedentes en el poder del complejo militar, industrial y financiero, el cual representa la amenaza más seria para los derechos democráticos y sociales de la clase obrera.

En respuesta al compromiso de Trump a un espiral ascendente de violencia militar, se tiene que construir un nuevo movimiento contra la guerra. La lucha contra la guerra imperialista tiene que estar basada en la clase obrera, movilizándose internacionalmente en oposición a todas las organización e instituciones de la burguesía y al sistema capitalista que defienden.

Fuente: WSWS

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